25.9.10

Vulnerable.

Era invierno. El frío me congelaba la nariz y cada una de mis terminaciones nerviosas. Pero no me podía parar. No quería que me atrapara. No quería morir.
La verdad, no sabía por qué me perseguían. No sabía nada de lo que pasaba.


Me dirigí a un callejón oscuro para intentar esconderme. Salté la alambrada, con algo de dificultad y miré a mi espalda buscando a mi depredador. Corrí todo lo que pude, cerrando los ojos y jadeando aliento helado.


Las piernas me fallaban, por culpa del frío, del agotamiento y del miedo. ¿Por qué coño me buscaban? ¿Qué había hecho? No sabía nada, estaba desconcertada. El frío me acuchillaba cada parte de mi cuerpo y no pude soportarlo más. Me caí. No sentí dolor, mi cuerpo estaba dormido, pero pude oír los pasos de aquel hombre de gabardina negra, que corría hacia mí. La boca se me había llenado de lágrimas y de sangre, por los golpes que había recibido. Lo más curioso fue que me dejó escapar, después de darme un par de bofetadas. Supongo que le daba un poco de morbo al asunto.


Cada vez estaba más cerca de la muerte, con cada paso que daba y entonces oí algo. Él se giró y contempló la flamante moto que se acercaba. Me tapé la cara al ver que se dirigía a mí y entonces cuando aparcó a mí lado, me sobresalté con la voz que escuché:


-¡Sube, rápido!


Me cogió de la mano y tiró de mí, ayudándome a subir a su vehículo. No entendía nada, pero supongo que yo no lo quería entender.

No hay comentarios:

Publicar un comentario